Una realidad de Mercado que hay que afrontar

Escrito por: Javier Navas Olóriz- Director General de IGREA

El escenario que se nos presenta como profesionales es cada vez más complejo y difícil de gestionar. Ahora más que nunca, muchos Gerentes de Riesgos se encuentran huérfanos de herramientas y/o alternativas para operar con más independencia frente a un Mercado, que nos empuja a una nueva realidad. Empeora nuestros presupuestos de costes de seguros, nos recorta sensiblemente las coberturas, y lo que es más duro, genera inestabilidad e incertidumbre.

Determinados riesgos, son inherentes a la gestión de las empresas y además están muy ligados entre sí: como pueden ser los financieros, el tipo de cambio, los fortuitos de gran dimensión, los operativos y/o operacionales y por supuesto los estratégicos. Sin embargo, otros riesgos clasificados como aleatorios, como pueden ser entre otros: los riesgos de crédito, daños graves a la propiedad, el lucro cesante, las grandes demandas corporativas y también las personales a los gestores, así como los desastres naturales, tienen también un fuerte componente financiero que marca de forma determinante a las empresas para las que trabajamos. Aceptando que los mercados financieros y los de seguros, cada vez están más interrelacionados, nos daremos cuenta, que el nuevo enfoque que necesitamos nos lleva a ajustarnos a una realidad no deseada que ha empeorado nuestro sistema de financiación de riesgos e incluso cuestiona el paradigma establecido.

Los grandes compradores de seguros, nos debemos preguntar en este ciclo tan extremo y duro que se está viviendo en el Mercado de Seguros, ¿Qué incrementos de primas serán suficientes o necesarios para garantizar otra larga etapa de estabilidad en precios y coberturas? y la respuesta no es fácil.

Los Aseguradores de Grandes Riesgos están sufriendo con esta situación, al menos desde un punto de vista comercial, ya que sus clientes más tradicionales no están satisfechos e incluso intentan cambiar de mercado o de proveedor; sin olvidar las tensiones locales de dichos proveedores por la pérdida de autonomía de sus sucursales, lo que ha generado tensión o al menos dificulta mucho la relación entre asegurador y cliente.

Es fácil deducir algunas conclusiones sobre esta situación, no buscada seguramente por nadie, pero el caso es que sin remedio habrá que buscar sistemas de colaboración más estrechos para generar empatía y un mayor conocimiento de la problemática de cada cliente, y a la vez realizar un ejercicio de responsabilidad estrechando márgenes y mejorando el servicio.

Lo anterior no es el único camino, ya que habrá que complementarlo con la búsqueda por parte de los Gerentes de riesgos, de mecanismos flexibles de gestión que permitan a sus empresas optimizar el coste de sus riesgos y ganar autonomía frente a un mercado cada vez más duro y complejo.